En
esta ocasión no diré sus nombres, solo diré que se conocieron durante
las sesiones de quimioterapia
que ambos se aplicaban para los diferentes tipos de cáncer que padecían.
Tan solo les bastaron unos pocos meses para enamorarse como si se
hubiesen conocido durante toda la vida.
Su romance fue muy breve,
dada las circunstancias, pero el amor que se tuvieron fue gigantesco, un
amor que duró más allá de la muerte.
Ella
siempre
le decía a él, luego de sus dolorosas crisis, ya que su cáncer estaba
más avanzado, que le avisaría si era verdad que había vida en el más
allá, y le hizo la promesa de que lo contactaría desde 'la otra vida'.
Ella
pensaba que el escepticismo de él era una defensa contra el miedo a la
muerte y a lo
desconocido, a diferencia de ella que, a pesar de sentir un temor
natural ante un cambio de tal magnitud como lo es la muerte, debido a
sus liberales ideas sobre la espiritualidad, sentía la paz de poder
trascender a una forma de existencia más allá del dolor.
Aquella
mañana de radiante sol parecía haber amanecido más temprano que nunca,
él despertó pero ella no. Aunque se espere y se anuncie siempre nos toma
por sorpresa. El dolor de la pérdida del ser amado es más fuerte que el
de la metástasis ósea.
Durante unas pocas semanas, luego de la
cremación y un acto religioso con las familias de ambos en la que
esparcieron las cenizas en una playa, las noches en las que se quedaba
dormido por el cansancio de
tanto llorar, él soñaba con ella.
Alegrías, juegos y sonrisas que
cesaban con el amanecer, pero él nunca comprendió que no eran solo
sueños, que era ella cumpliendo su promesa.
Julio, 2013.