El viento de la vida sopla amorosamente sobre el campo de girasoles impulsándolos a crecer, al propio ritmo de cada uno, con la belleza particular que cada cual puede por sí mismo expresar.
A veces sopla tan fuerte que las flores más distantes se acercan unas a otras, tras ceder a la brisa mágica del destino, para aprender que las distancias y la separación son una simple ilusión.
En ciertas ocasiones algunos girasoles se tocan suavemente, rozando sus pétalos delicadamente entre sí, compartiendo experiencias, intercambiando sensaciones, animándose a subir más alto para así alcanzar al sol del mediodía y cumplir, uno a uno, su propio destino.